Desde fiasco hasta humillación, son solo algunos de los calificativos que he escuchado y leído en contra del boxeador mexicano Julio César Chávez Jr., luego de su desastrosa e imborrable presentación contra su compatriota Saúl Canelo Álvarez, en Las Vegas, Nevada, Estados Unidos.
¿Merecidos estos calificativos? Sin lugar a dudas, por todo lo que habló. Por cada una de las palabras que disparó antes de que sonara la campana. Porque se llenó la boca de tanta basura de optimismo para que al final luciera como un boxeador sin orgullo, sin dignidad.
El Júnior, simplemente, engañó al mundo boxístico, en especial a muchos mexicanos que se inclinaban hacia su lado, por el hecho de que Canelo había rehuido, meses atrás, el desafío que le había hecho el kasajo Gennady Golovkin, considerado en la actualidad el mejor boxeador libra por libra del planeta.
¡Sí, así como leen! Al Canelo muchos mexicanos lo veían como un cobarde y por esa razón era que deseaban que el Júnior le pegara hasta por debajo del cielo de la boca.
Pero ese deseo nunca se hizo realidad. Es más, ni siquiera el Júnior se acercó un poquito a ese anhelo. Porque arriba del ensogado, simplemente, el Júnior se dedicó a retroceder y a recibir una catarata de golpes. Incluso, desde el primer estallido de la campana, se pudo ver que se había pactado una pelea entre un boxeador y un costal que llevaba el apellido de una leyenda del boxeo mexicano y mundial.
Sin duda, lo que enoja hoy es la forma en que perdió. Porque si hubiera perdido con dignidad, arriesgando y tirando golpes, seguro que hoy no estaría la mayoría de los fanáticos tirándole toda clase de bombazos a través de las redes sociales.
¿Hay excusas? Esas sobraron, quizás en menos proporción que las promesas de victoria que lanzó antes de la pelea.
Por lo que le escuché al Júnior, el bajar tanto de peso le afectó en su desempeño en el ensogado. Habló que no se alimentó durante la última semana previa al pesaje oficial para dar la marca estipulada en el contrato, 164.5 libras. Que su primer objetivo era cumplir con el pesaje, pensando en que se iba a recuperar la noche del pleito, y eso al final no sucedió.
Pueda ser que tenga razón el Júnior, que haya peleado débil ante Canelo.
Sin embargo, esta excusa no es hoy aceptada porque él, más que nadie, sabía de este riesgo. Esta es una excusa que jamás podrá borrar este capítulo desastroso de su vida profesional. Una humillante derrota que lo perseguirá como sombra para el resto de su vida.
Al final de esta historia, son las futuras generaciones, los que recién se han calzado los guantes en esta difícil profesión, las que deben tomar la vida deportiva del Júnior como un ejemplo para no copiar. Que se vean en el espejo del Júnior si llegaran a tomar el camino de la indisciplina.
Porque, sin duda, lo que hoy está golpeando como un yunque al Júnior es solo producto de su indisciplina. Una historia personal y deportiva en la que han abundado las drogas, el alcohol y las fiestas, elementos que le pasaron factura en la humillante presentación ante Canelo.
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