La piel es considerada el órgano más grande de nuestro cuerpo y está compuesta por tres capas (epidermis, dermis e hipodermis). Su función es proteger el organismo de la absorción de substancias químicas y la invasión de microorganismos de su superficie; además de proteger contra los traumas y la radiación ultravioleta.
Por esta razón, el cuidado de la piel es de suma importancia y se debe mantener hidratada, limpia y en buen estado.
Durante el nacimiento, la piel del bebé es de menor espesor, inmadura y delicada. En los niños, la piel requiere de cuidados especiales, ya que es a partir de los 2 o 3 años de edad que comienza a tener las mismas características que la piel de un adulto. Sin embargo, presenta diferencias a la piel de una persona adulta en que no poseen la misma cantidad de melanina (pigmento que le da color a la piel y ayuda a protegerla del sol), por lo que se recomienda evitar la exposición prolongada a la luz solar principalmente durante los seis primeros meses de vida que están más propensos a daños causados por los rayos UV . Otro factor es el sistema inmunológico del niño, que según estudios llega a madurar hasta los 9 años de edad, lo que lo hace más susceptible a infecciones.