Lo más importante en nuestra vida es tener presente que todos somos creados por un ser supremo, nuestro Dios, y que el mejor ejemplo de cómo ser una persona sencilla y humilde está en la vida que llevamos en el Señor Jesucristo, nuestro Salvador, que a pesar de que era rey, nunca vivió presumiéndolo, ni tratando a los demás con altivez. Al contrario, siempre trató con igualdad y amor a cada ser.
No debemos confundir el tener carácter y corregir o emitir nuestra opinión cuando no estamos de acuerdo con algo, pero siempre con respeto y ningún tipo de prepotencia.
Cada meta, sueño, proyecto y profesión que intentemos o que logremos debe realizarse sin denigrar ni pisotear a los demás. Aunque se sea pobre, clase media o la persona más millonaria se puede ser sencillo y actuar con humildad, es una actitud que considero se nace con ella y en nuestro diario vivir decidimos si la conservamos o, lastimosamente, la perdemos.
Cada ser humano fue creado distinto, la sencillez y la humildad no tiene clase social ni credo ni color, es una actitud y sentimiento personal que cada cual elige mantenerlo.
Me considero una persona sencilla y me esfuerzo cada día en ser mejor, sin menospreciar el talento ni profesión de nadie, y en los medios de comunicación es difícil manejar algunas situaciones que se dan, porque a veces se vive bajo mucha presión. Salen actitudes que no son del todo las mejores y, como seres humanos que cometemos errores, lo más recomendable y sano es ofrecer con un corazón humilde, disculpas, eso sí, hay que aprender de cada equivocación o error.
Esto lo podemos aplicar en cualquier circunstancia de nuestra vida, ya sea en el hogar, en el trabajo, en fin, en nuestro diario vivir.
