Tradiciones. Al escuchar el ritmo de los tambores, más de uno movía las caderas y decían que se les encendía una llama por dentro, como si formara parte de su ser. Otros decían que corría por sus venas sangre de algún antepasado negro y los tambores le aceleraban el ritmo cardiaco, el ritmo los hacía sentirse felices.
Eso sucedió el sábado en Portobelo, Colón.
Allí, mezclado entre monumentos, mar y cantos, se celebró el 8.° Festival de Congos y Diablos. Familias de los alrededores de Colón y otras provincias, así como del extranjero se reunieron por un bien común: atesorar la cultura conga y a los diablos.
Existen personas que preocupadas por no perder las costumbres y tradiciones forman grupos para que los jóvenes se integren y se empapen de sus orígenes, así como el grupo Congo de Mamá Ari en Portobelo.
Relata mamá Ari que todo comenzó con la inquietud de un niño llamado Luigi, que quería aprender a bailar congo y conocer su cultura. Eso la incentivó a formar un grupo de baile de congos con los niños y jóvenes de Portobelo.
Lo que representa
En el grupo aprenden danza representativa de la lucha por la libertad de los negros esclavos de la colonia española. El baile del Congo es una burla al español esclavista, el Diablo representa al español con su látigo castigador.
Para esta maestra de la danza del Congo y el Diablo, estos festivales culturales ayudan a que no se pierdan las tradiciones e historia de los pueblos, que es uno de los valores que se deben atesorar.
El vestuario de los diablitos de espejos y los Diablos proviene de la cultura afroantillana, son representativos para la fecha del Corpus Christi. El pito que forma parte del vestuario representaba el anuncio de la llegada de diablos, en donde las congas salían a bailarles, hoy es parte importante de la presentación de los diablos junto con la máscara y el baile.
No solo adultos y jóvenes participan del baile, sino también pequeñines como lo es Evyd Castillo, de 7 años, quien bailaba como todo un profesional vestido de diablo.
El padre de Evyd explica que ellos son de Portobelo y que cuando él traía a su hijo a ver estos festivales a él le gustaba, de allí le mandaron a confeccionar el vestido.
El gasto para la confección del vestuario es de aproximadamente $ 200.00, que es lo que le costó al padre del pequeño Evyd la confección del traje, con los implementos. Pero vale la pena , porque él lo porta con toda honra y lo baila sin cansarse, dice con orgullo.
Diablitos con los látigos y cascabeles se paseaban por toda la ciudad de Portobelo, siendo la atracción del momento; sus máscaras representaban personajes y creatividad. Desde ratas, payasos, perros y los tradicionales diablos se veían, que con gruñidos y silbatos atraían a las personas para que vieran el espectáculo.
Los toques de los tambores congos acompañaban a los diablos, un entretenimiento que los espectadores disfrutaron y donde el final de fuegos artificiales bajo el fuerte de Portobelo hizo que la noche terminara de una manera mágica, escuchando las tonadas. Los faldones de las mujeres parecían pequeñas olas del caribe y el sonido de los cascabeles se entremezclaba con el sonido de la suave brisa marina.
Rony Jean Piere: Vine desde Palenque y yo hago mi máscara, además bailo desde los 7 años.
Diamantina Pineda: Bailo desde los 9 años y me gusta porque resalta mis raíces.
Alfonso Nieto: Hay que solicitar que se realicen eventos así en las afueras de Panamá, de esta manera muchos conocen el país.
Hermann Sausen: Es un lindo evento y resalta la cultura.
Assumpa Castells: Soy española, vine de vacaciones y logré ver el festival, es hermoso.
Moisés Flores: El negocio de manzanas acarameladas estuvo un poco lento durante el festival.
Diana Engler: Todo estuvo muy bonito y con mucha tradición.
Juan Ruiz: Mi traje es un talingo, me demoró unos 8 meses confeccionarlo y ser diablo ayuda a mantener las tradiciones.