Esperé dos shows de Pequeños Gigantes para publicar mi crítica porque eso hice con Vive La Música. Ya es conocido soy enemigo de la versión mexicana de este formato. Me parece, esa y cualquier otra producción local o internacional que use a niños para ganar audiencia o venderlos como adultos, una aberración. Me parece malévolo usar a niños para entretener a adultos. Esto no tiene que ver con que los niños tengan o no ingenio porque es evidente tienen más talento que varios de los que los califican.
Criticar un show donde los protagonistas son niños, donde nos venden la idea que es un programa familiar y donde los menores que ahí aparecen tienen el consentimiento de sus padres es muy difícil. Cuando se les critica, uno queda como el cruel.
No voy a ser parte de esos ataques de cierta gente que los destruye por ignorancia sin conocer qué hay detrás de las obligaciones por derechos de franquicia, por fanatismos a una pantalla o porque su arrogancia les impide aceptar que hoy los ratings no le favorecen. Tampoco me uniré a esos que defienden la versión mexicana y atacan a la local. La versión azteca fue asquerosa, abominable, un espectáculo dantesco donde a los niños se les hizo hacer, decir, bailar y exhibirse cual focas de circo. Criticar la versión local y aplaudir una internacional es perverso con nuestros niños. Es tener claridad para la calle y oscuridad para la casa. ¡Es doble moral!
Pequeños Gigantes tiene un problema de forma y sobre todo de fondo. Se usan a niños, su inocencia e ilusiones para jugar a ser adultos a cambio de ratings y ganar dinero. Ese es el fondo que es tan terrible como la forma como se hace. Es tan delicado que se haga en México como que se haga aquí. Es deleznable que a los niños los usen para entretener a los adultos cuando los niños lo que tienen que hacer es ser niños y nosotros los adultos protegerlos. Al estar nuestras pantallas carentes de espacios infantiles, este tipo de formatos o Canta Conmigo quedan pareciendo la hostia para la audiencia.
El problema ni en México ni aquí es de producción. Sí, es verdad que la edición por corte es espantosa, casi de principiante, que algunos tiros de cámara son nefastos, enredados, movidos y fuera de foco, que su conductora grita sin justificación, que pierde identidad al querer imitar a la conductora mexicana, que algunos de sus jurados ni dicen ni tienen qué aportar y otros ni deberían estar ahí. ¡Sí!, pero también sería injusto no reconocerle a Telemetro la moderna escenografía del maestro Emilio Torres, el esfuerzo humano y de recursos que utilizan para este tipo de producciones, más, cuando se trabaja con niños donde hay que cuidar detalles desde sicológicos hasta físicos; el ritmo que tiene el show o el haber adaptado ciertas letras de canciones a su edad. Reitero, no son los niños, sí es el fondo y la forma lo delicado de este tipo de formatos donde se "usan" niños.
Si a usted le parece que es muy familiar ver a niños respondiendo preguntas sobre la pubertad, ver a niños cantar temas de adultos, ver niñas remendarse, verlos hacer y decir cosas que a su edad no entienden ni tienen por qué entender, perfecto. Se lo respeto. Yo no quiero eso para ningún niño. A mi me parece una gigante aberración creada por cerebros muy pequeños.