Este fin de semana me dediqué a ver los programas de corte folclórico, y tengo algunas observaciones que hacer, y no como especialista de la televisión, pues nuestro experto en esos menesteres es El Titín, a quien sin conocerlo lo admiro. Mis cordiales saludos.
En esta ocasión quiero destacar la importancia del conocimiento sobre folclor que deben manejar los presentadores.
Para hablar de folclor en televisión, necesariamente hay que remitirse al creador intelectual de este concepto en el que se presenta la panameñidad de manera elegante y muy positiva. Hablo de Óscar Poveda, su lugar como presentador demandó de él estudio y conocimientos de nuestra sociedad, especialmente de los actores que se involucran en cada manifestación folclórica que presentó.
Hoy, muchos años después, los programas de corte folclórico tienen presencia en todos los canales, pero se corre el peligro de que se conviertan en un espacio más de entretenimiento sin causa y sin contenido, si no se le pone cuidado a lo que se presenta. Espero que sus productores y presentadores, a los que conozco en su mayoría, vean en mis palabras más un consejo de amigo que una crítica desinteresada.
El contenido que los presentadores manejan es fundamental, hay que tener presente que ellos son la ventana de cómo es y cómo viven los panameños que les permiten compartir sus expresiones. Desde el punto de vista de la comunicación, es importantísimo saber interpretar y respetar esas expresiones sin que se conviertan en un show televisivo más.
Por eso, es necesario que todo presentador folclórico se empape del tema todo lo que sea posible para que convenzan a su público y para que sean parte del componente de docencia que contienen todos estos programas.
Quiero agregar que estoy consciente de la necesidad de caras frescas y jóvenes que le den dinamismo al espacio, pero ante los responsables de su creación deben estar seguros de que quien sea la cara del folclor conozca un poco más que los que los siguen en pantalla, pues eso sumado a la gracia, a la jocosidad y a la magia de la televisión hacen de los programas folclóricos un producto irremplazable.