En Panamá, el sistema de transporte público se ha convertido en una pesadilla de nunca acabar. Antes nos persignábamos cada vez que viajábamos en un diablo rojo, ahora los usuarios suben y bajan santos para llegar con vida a sus destinos, sobre todo si están a bordo de un bien llamado "pirata". Los conductores de esos busitos se han convertido en el azote de las calles, el desorden en las vías no tiene nombre. Conducen con exceso de velocidad, son abusivos y violentos y desconocen en su totalidad eso de "cortesía en el manejo".
No solo es que son abusivos con otros conductores, sino que son recurrentes las quejas de los usuarios por el descontrol en la tarifa, que ya no tiene que ver si es de día o de noche, como antes, ahora cobran lo que les da la gana, cuando les da la gana. Para colmo, el Metrobús no ayuda a solucionar el problema.