Vida de perro. El señor Juan, quien ni siquiera recuerda su apellido, descansa plácidamente sobre unos cartones sucios y húmedos que le sirven como colchón, sin que nada le cause inquietud.
A su lado, dos personajes de cuatro patas le dan calor; son dos perros de raza criolla (tinaqueros), que se han convertido en sus amigos inseparables durante sus días de soledad.
No les importa la lluvia ni el sol con tal de que les dé algo de comer, ellos permanecen a mi lado, aseguró el hombre, quien mostraba signos de haber bebido el día anterior y pasaba la goma junto a los caninos.
Los dos animales están siempre firmes al lado de su dueño, por momentos se movilizan, pero siempre mirando hacia atrás para verificar que todo esté bien con Juan, con lo que dejan claro que su fidelidad es para siempre.
A pesar de estar flacos y mal nutridos como su amo, ellos gruñen a todo aquel que se le acerque, luego lo lamen como muestra de amor hacia él, a lo que el bello durmiente solo responde limpiándose la cara, sobándoles la cabeza y se vuelve a dormir.