Hoy, viajando en autobús, vi a una hermosa muchacha con cabellos de oro y expresión de alegría; envidié su hermosura. Al bajarse la vi cojear... tenía una sola pierna y apoyada en su muleta, sonreía.
Perdóname, Señor, cuando me quejo. ¡Tengo dos piernas y el mundo es mío!





