¡Mamita linda!

Jamás existirá otra igual.

Así le digo yo, “Mamita linda”, desde que recuerdo, y es que lo de linda, a parte de que es muy hermosa, es más porque es linda de corazón.

Hablar de mi mamá como quisiera hacerlo, no se podría en este espacio; creo que ni haciendo tres libros de ella me alcanzaría para explicar quién es María Mendoza Vda.

de Palacio.

Todo un personaje de 58 años, quien desde que tengo uso de razón me sigue tratando como si fuera una bebé, a tal punto que sí, se sigue preocupando, metiendo su cuchara donde a veces no la llamo, y siendo la segunda madre para mi hijo.

No me cansaré nunca de agradecerle lo que es y lo que significa para mí el que ella sea mi madre, amiga y hermana.

Aunque muchas veces me enojé, me aparté de ella, la ignoré, no la escuché y cometí muchos errores, la amo como a nadie en este mundo, porque no sé qué sería de mí sin ella, “sí, aún a mis 34 años” la necesito como una niña.

Mi mamá me enseñó a cocinar, a lavar, a limpiar, a ser mejor persona; fui cuadro de honor toda mi vida gracias a ella, y soy la profesional que soy gracias a ella.

Mi mamita linda cuando enfermo siempre está a mi lado, siempre se preocupa por mí, y siempre tiene un plato en la mesa para darme de comer, aunque no sepa que voy a su casa.

Aunque siempre decimos que el Día de la Madre deberían ser todos los días, pues deberíamos honrar, respetar y amar a las nuestras cada día de la vida, existe uno para homenajearlas por esa gran labor que hacen.

Yo no seré la mejor madre del mundo, tengo mis defectos, pero cuando mi hijo me dice “mamita te amo, eres la mejor cocinera del mundo y no sé qué haría sin tí”, me siento orgullosa de mí.