Mi corazón se llenó de orgullo cuando el fin de semana visité las Esclusas de Miraflores en el Canal de Panamá, al ver la cantidad de turistas de distintas partes del mundo que llegan al lugar con la esperanza de ver pasar esos enormes barcos que cruzan de un océano a otro.
Para mi suerte y la de ellos, justo en ese momento hacía su travesía un barquito lleno de contenedores que, según explicó personal del sitio, debió pagar 200 mil dólares para pasar del mar Caribe al océano Pacífico.
Las personas se apiñaron primero del lado derecho del mirador siguiendo la travesía minuto a minuto, mientras que, mediante un altavoz, se les explicaban importantes detalles como por ejemplo que al día pasan entre 30 a 40 barcos por día.
Todos, con sus cámaras fotográficas o de video, aprovecharon el momento para guardar el importante momento en que el barco descendía para que el agua estuviera al nivel y pasar por la compuerta.
En este momento, solo faltó que aplaudieran; todos, con evidente emoción, empezaron a saludar a los tripulantes del barco que respondían amablemente.
Fue un hecho memorable que nosotros como panameños debemos sentirnos orgullosos, tal como lo hacen los extranjeros, quienes sí parecen apreciar la importancia de nuestro canal.
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