Para algunas personas tener una discapacidad visual es sinónimo de tristeza o sentirse menos que los demás, pero para los que asisten al Centro de Rehabilitación de Ciegos Adultos Andrés Cristóbal Toro es todo lo contrario.
Este lugar se ubica en Las Lajas, corregimiento de Las Cumbres, y alberga entre sus instalaciones a personas no videntes mayores de edad que buscan rehabilitarse para enfrentar lo que les espere. Tiene capacidad para 25 rehabilitantes y actualmente solo mantiene 16 personas internadas en proceso de aprendizaje.
Experiencias
A Rigoberto Camarena, quien emigró de la provincia de Veraguas, en la adolescencia, le empezó a disminuir su visión, eso truncó el continuar con sus estudios universitarios. Hace cuatro meses y medio llegó al centro sin saber cuál sería su destino.
Hoy ha avanzado bastante en su rehabilitación, ya escribe con el sistema braille, realiza manualidades, practica la matemática con el sistema ábaco. Y domina la tecnología informática.
Mientras, Gabriela Ávila, quien estuvo en el centro el año pasado y ahora regresó, dijo haber encontrado un nuevo mundo. Viví dos mundos diferentes: el de vidente y el no vidente, mencionó.
En un inicio, cuando se le apagaron sus ojitos, pensó que iba a quedar en una cama, pero jamás fue así. Su mensaje para los no videntes es que salgan y se coman el mundo, deben atreverse a salir a la calle y lograr lo que quieren.
Deficiencias y ayuda
No todo en este lugar es color de rosa, pues hacen falta algunas cosas para realizar el trabajo diario.
Dorinda Esther Samaniego, directora del centro, explicó que por allí han pasado muchas personas que actualmente son unos profesionales, salieron muy bien rehabilitados.
La mayor necesidad es la económica, pues llegan muchas personas del interior y necesitan ayuda.
Este sitio es sustentado y apoyado por la Unión Nacional de Ciegos de Panamá.
Su vicepresidente, Hernán Santizo, manifestó que lo que se requiere anualmente son más de $100 mil, pero la ayuda que da el Estado no llega a cubrir ni la mitad de ese monto.
Por eso reciben apoyo de algunas empresas privadas y de entidades públicas, que aportan al funcionamiento del albergue. En ocasiones, algunas personas dan donaciones voluntarias.
El personal técnico es aportado por el Instituto Panameño de Habilitación Especial (Iphe), hay siete funcionarios.
Sistema braille
Da una oportunidad de escribir y leer al igual que pudiera hacerlo una persona que no tenga ninguna discapacidad.
Es una regleta que tiene nueve renglones con 30 casilleros cada uno, en los que hay seis puntitos. Cada conjunción de puntos es una letra, por ejemplo el punto 1 es la letra A; 1 y 2 puntos son la B. Se utiliza una hoja especial y un pequeño punzón que con puntitos se va marcando la escritura.
La maestra Vielka Atencio explicó que la clase de lectoescritura se les imparte para que ellos puedan desenvolverse y aprender a hacer todo con ese sistema. El tacto y la sensibilidad de las manos son importantes. Dan 80 minutos en dos jornadas, se les atiende individualmente.
Vida diaria
La tecnología no es un reto para los que se rehabilitan en el centro para ciegos, pues simplemente usan sus teléfonos móviles. Dan clases de informática. Esto con los sistemas Talkback y el Jaws for Windows que son un software que con comando de voz explica todo lo que se hace o se requiere hacer.
La alimentación no puede faltar, pues que sean personas no videntes no quiere decir que no se preparen sus propios alimentos.
Yazmina Sánchez de Linares, maestra de vida diaria, contó a este medio que los alumnos vienen con su propia destreza y se les enseñan trucos especiales para que pueden desenvolverse solos en su hogar. Se enfatiza en que ellos puedan realizar todo lo que hace una persona vidente y se sientan útiles.
