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Para reflexionar
Redacción WebLo que pasó ayer en México con la cobertura del terremoto, la supuesta niña atrapada entre los escombros, las declaraciones de autoridades dando una información sobre la supuesta niña atrapada y horas después dando una información diferente que dejaba muy mal al periodismo y el ataque en redes sociales, especialmente a Televisa, por supuestamente desinformar, nos debe llevar a los medios locales a profundas reflexiones sobre nuestro papel al momento de una cobertura noticiosa sobre un desastre, el que sea. Yo no he dejado de consumir información desde diferentes fuentes sobre los terremotos de México y los huracanes de las últimas semanas. Literal, no he dormido y lo he sufrido mucho. En el caso específico de los niños del kinder, lo sufrí el triple. Yo vi en Televisa, en CNN, en TV Azteca y en varios medios más cómo las autoridades decían que había una niña atrapada a la que inclusive le lograron dar agua y hasta movió los dedos. Vi y sobre todo sufrí el cómo se hacía casi de todo para salvarla. Vi la consternación de los anchors estelares de medios internacionales y nacionales al informar sobre ello, inclusive, repitiendo lo que las autoridades les dijeron. Entonces, ¿cómo culpar a los medios por informar lo que las fuentes oficiales les decían? Usted, como muchos, dirá que el periodismo debe reconfirmar y eso es cierto, pero cómo confirmar una información sobre víctimas de un terremoto cuando es una cobertura peligrosa, con acceso limitado a lugares por seguridad y prevención por las propias autoridades. ¿Cómo no creerle a una autoridad que te dice hay una niña, respira, le hicimos llegar agua y que todo eso se transmitió en directo? ¿Por qué esto nos debe llevar a reflexionar sobre lo que hacemos? Porque ese ataque interminable en redes que se le hace ayer y hoy a Televisa y otros medios por supuestamente desinformar es el resultado, por un lado, del afán de la inmediatez a la que los nuevos medios han obligado a los medios tradicionales. Segundo, porque ahora cualquiera en redes sociales se cree con la capacidad de criticar o, peor aún, de informar, cierto o falso, sobre algo. Por otro lado, porque los medios creemos en las autoridades competentes en época de desastres. ¿Si no es en ellos, en quién se cree? ¿En lo que algunos eruditos publican en Twitter o lo que retuitea sin piedad la gente sin ni siquiera saber si es cierto o falso? Pues no. En un desastre natural, en cualquier país del mundo, ¿quiénes son las fuentes de credibilidad?: las fuentes oficiales. Si esas fuentes hoy te dicen que hay niños atrapados y mañana que no hay ningún niño, ¿quién dio la información incorrecta, el medio o la fuente? ¿A quién le va a creer la población si, Dios no quiera, pasa otro desastre? ¿Al medio o a la fuente? ¡A nadie! Nos debe invitar a reflexionar porque con hechos como estos pierde credibilidad la marca noticiosa, los anchors estelares, los reporteros de calle, pero también las autoridades, y entonces la cosa se pone muy jodida porque quedamos en manos de las redes sociales que, por lo menos en Panamá, se han convertido en letrinas repletas de excremento en las que muchos desahogan lo que son como seres humanos y reflejan-revelan su hambre de poder político o civil, y eso es tan peligroso como un desastre natural. ¿Saben qué es lo peor de toda esta historia? Que así como aquí en Panamá, las redes sociales en México se llenaron de especulaciones, de desinformación y de gente perversa que utilizó un hecho tan terrible como un terremoto para hacer memes, para burlarse, para causar pánico. Que igual que en Panamá, muchos de los talentos-ratings de las televisoras se prestaron para hacer retuit de información hueca, tonta, sin confirmación y el resultado es que cientos de personas entraron en pánico porque a la gente que se supone le debemos creer, o informaron mal o ya no tienen credibilidad. Lo sucedido en México será por muchos años un caso de estudio del impacto de la televisión, pero también del cómo, queriendo o sin querer, se desinforma, se manipula, se abusa, pero también se informa, se confía, se cree. Gran dilema. Los periodistas y las autoridades ponen en juego su credibilidad, mucha o poca, durante un desastre o en momentos en que la ciudadanía está ávida de información. Aquí un perfecto ejemplo del que todos debemos aprender y sobre todo cuestionarnos. ¿Qué estamos haciendo como medios? ¿Qué estamos haciendo como periodistas? ¿Qué estamos haciendo en nombre del periodismo? ¿Realmente estamos haciendo periodismo? ¿Qué estamos haciendo como autoridades? ¿Qué estamos haciendo como sociedad? ¿Qué hacemos en las redes sociales y con las redes sociales? ¿Qué somos como personas realmente? Yo con este caso estoy en modo reflexión.
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