¿Es posible que alguien que ha manejado siempre una imagen conflictiva y escandalosa se sienta que algo o alguien puede atentar contra su imagen?
De un tiempo hacia acá he venido poniendo especial atención al tema de manejo y mal manejo de la imagen. Algo que muchos creen que saben y que en realidad pocos comprenden, pero que a la hora de la hora puede ser un ancla si se quiere avanzar tanto en el aspecto personal como profesional.
Una cosa es el qué dirán, otra muy distinta es lo que piensan de mí y otra lo que yo proyecto. Lo que piensan de mí siempre va ligado a lo que yo proyecto, a mi imagen, a la que vendo... El qué dirán son criterios de valoración que no tienen porqué ocupar nuestra atención.
Pero lo que yo proyecto depende de cómo manejo frente a los demás mis emociones y comportamiento.
Dicho esto, ¿cuánto hacemos antes los ojos de todos, sin medir que el vaso se llena con cada gota? Lo que proyectamos como imagen personal, no es más que un cúmulo de acciones que crean una especie de marco referencial. Pero a veces, involuntariamente, caemos en todo tipo de reacciones y para ponerlo simple hablemos de los diputados. ¿Cuántos hay que aún siendo reelectos cada cinco años, vienen demostrando una falta de solvencia. Aceptando negociados, buscando recibir beneficios de quién esté de turno e incluso cambiando su afinidad política cuando sea necesario? Luego nos quieren dar cátedra de ética y moral, con el supuesto argumento de que no sabemos de política. Ese, por más que se reelija y se reinvente, será un oportunista.
Bueno, así es en nuestra vida personal. Lo que hacemos tiene que guardar relación con lo que decimos, de lo contrario somos una falsedad, un personaje creado, pero no caemos en cuenta del mal manejo que tenemos de nuestra imagen, hasta que creemos que alguien más lo puede hacer. Algo así como que yo construyo una mala imagen diurna por años, pero cuando alguien me señala por algo, considero que esa persona está dañando mi imagen... ¿Qué imagen? ¿La mala o la que puede ser peor?
Y es un fenómeno del que no escapamos los que somos públicamente expuestos por nuestras profesiones o actividades.
En ese sentido es mejor evaluar lo que hemos venido haciendo con esa imagen que de un momento a otro nos empieza a preocupar, antes de pretender culpar al momento, la situación o a una persona cuando nos percatamos de que estamos metidos en tremendo revulú. Ahora, si lo que nos gusta es llamar la atención y jugar a ser polémicos o construir ese tipo de imagen, no pasa nada, el camino de la falsedad, el oportunismo y los dramas, es el correcto, porque hay de todo, pero que no sea ese el norte y luego se busque lavar la cara con argumentos de pulcritud y persecución, porque hay delirios de persecución. Aunque vamos, siempre habrá quiénes se coman el cuento.
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