Ingeniosos. No solo las grandes cadenas hoteleras generan dividendos del turismo, sino que en una zona selvática en Panamá los nativos de esta tierra le sacan provecho al paisaje.
A pocos kilómetros de la capital panameña y a 40 minutos a través del río Chagres, está el poblado Emberá Drúa, donde sus habitantes viven del turismo.
Los extranjeros conocen la historia, el modus vivendi, les muestran bailes y la cultura de esta etnia, a un precio de 60 dólares por persona. La tarifa incluye un plato de tilapia frita con plátanos verdes, también fritos.
Igualmente, los visitantes pueden observar la belleza alrededor de la vía fluvial, rodeada de una rica flora y fauna.
Casas de paja y madera, construidas sobre pilastras para evitar que se inunden cuando crece el río, es la nota característica.
Otras actividades importantes de los emberá son la caza y la pesca, aunque en un principio tuvieron problemas con las autoridades, ya que cuando se decretó el Parque Nacional Chagres, se prohibió la caza y la tala de árboles.
Sin embargo, Iván Ruiz, coordinador de turismo de la zona, dijo que el antiguo Inrenare, hoy Autoridad Nacional del Ambiente (Anam), les dio permiso para cazar animales, siempre y cuando fuera para alimentación.
Ruiz narró que el poblado lo fundaron ocho personas, y con el pasar de los años creció hasta formar 24 familias, con 114 personas.
La comunidad cuenta con una escuela, un local para recibir a los visitantes, otro donde se hacen las danzas indígenas y uno más que sirve para vender artesanías a los turistas, ya sean locales o extranjeros.
Los visitantes también pueden arrendar los vistosos trajes emberá, tanto femeninos como masculinos y hacerse tatuajes. En este último, la tinta se hace de una semillla que se muele y luego se mezcla con agua. El tatuaje emberá cuesta un dólar.