Del jersey de rayas al pectoral de oro
Evo Morales, investido por tercera vez como presidente de Bolivia, ha pasado de aquel dirigente cocalero que fascinaba a propios y extraños con su porte humilde a ejercer, según le acusa la oposición, un poder personalista, aclamado por sus incondicionales con tintes casi mesiánicos.
Poco después de llegar al poder en 2006, Morales hizo famoso un sencillo jersey rayado con el que emprendió una gira internacional, un atavío muy distinto al elegido para iniciar esta semana su tercer mandato: un costoso traje de inspiración precolombina rematado con un pectoral de oro, lucido en la ceremonia ritual en la que fue proclamado líder indígena en las milenarias ruinas de Tiahuanaco.
Miles de seguidores, en su inmensa mayoría indígenas, aclamaron en esa fastuosa ceremonia de supuestas raíces ancestrales al mandatario, cuyo traje estaba valorado en unos 4,000 dólares, veinte veces el salario básico de Bolivia.