Los pasillos del Rommel Fernández suelen gritar muchas verdades.
Por ellos caminaba un enojado señor, con edad suficiente para haber vivido unas cuantas eliminatorias, para saber lo que es haber estado en las verdes y en las maduras de la Roja.
"¡Leche que sacamos ese empate!", brama aquel hombre con el corazón . Minutos antes, a uno bastante más joven, en la agonía del partido, se le salía en las gradas un: "¡Otro empate... hasta que cabr...!".