Otro de los raspaderos que se faja a diario vendiendo raspaos es Alfredo Bonilla. A él se le puede encontrar, por lo general, en la esquina del parque Juan Demóstenes Arosemena de Santiago, bajo la sombra del árbol de mango.
Cuando el sol está en su máximo esplendor, Alfredo logra vender hasta 30 raspaos cada media hora a niños, jóvenes y adultos; a gente de a pie o los que andan en carro.
Vicente Martínez es uno de los vendedores a los que les gusta mucho ir por las barriadas ofreciendo los raspaos de diferentes sabores, además de los tradicionales.