Los taoístas cuentan que en el principio del tiempo, el Espíritu y la Materia se encontraron en combate mortal.
Finalmente, el Espíritu triunfó y la Materia fue condenada a vivir para siempre en el interior de la Tierra. Antes de que esto sucediera, sin embargo, su cabeza golpeó en el firmamento y dejó el cielo estrellado reducido a pedazos.