Me detengo frente a la urna y sonrío al comprender cuan irónico puede llegar a ser el destino. Un día me lleva a nacer en una familia sin recursos y años más tarde me encumbra en la nube del éxito.
Los que en la juventud me ridiculizaban por mi ropa austera y trasnochada, de segunda mano, hoy me admiran y se vanaglorian de haber sido amigos íntimos en los años de instituto.
La labor a la que tantas tardes dediqué y que, por vergüenza, mantuve en secreto, ha terminado convirtiéndose en mi talento y profesión.