Patear una pelota, jugar la lata o al escondite no fue algo que pudo realizar Marquito, quien a corta edad optó por entrar en el camino de la perdición y la delincuencia.
Él ahora tiene 19 años, y aunque su contextura se ve fuerte, en su mirada se refleja el arrepentimiento por iniciarse en el mundo de las pandillas en el distrito de Arraiján, donde, admite, no le importaba amedrentar a todo aquel que le pasara por su camino.





