Había una vez, pequeños pueblos del interior que, con el pasar de los años, se convirtieron en grandes ciudades.
Eso es bueno, jamás podría pensar que el progreso es negativo. Yo soy del interior, tuve una niñez y adolescencia feliz y sé lo que significó comerse unas naranjas a la orilla del río y luego hacer una guerra de chupones, o guindarse de las ramas de los árboles de guabita cansaboca para alcanzar sus preciados frutos desde el agua. O, mejor aún, hacer expediciones a los cerros y descubrir sus quebradas y riachuelos.





