El primer paso es informarse sobre los perjuicios y peligros del ruido; el segundo paso es tomar acciones como no gritar si no es imprescindible, no golpear cosas inútilmente, no escuchar la música o el televisor más fuerte que lo necesario para comprender lo que se escucha.
El tercer paso es asumir un papel socialmente más activo. Por ejemplo, pedir amablemente que bajen el volumen en un lugar público si la música está demasiado fuerte, o enviar cartas a los responsables municipales de hacer cumplir las reglamentaciones sobre ruido.
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