Me ha gustado el hecho de que se dé espacio a los bailarines para que demuestren que sí hay jóvenes panameños amantes de nuestro folklore.
Pero al César lo que es del César, me siento en la obligación de comentar algunos detalles de los arreglos en la empolleradas.
Para ser más exacto, quiero hablar de los tembleques que han dejado de ser un aderezo para convertirse en enormes implementos que semejan más la cabeza de un marciano, que las flores con que nuestras campesinas antiguamente se adornaban las cabezas.





