Después de mi cumpleaños y la Navidad, una de las épocas del año que más me agradan son las fiestas patrias, incluso más que las festividades del Carnaval... (aunque no me crean). El sonido de liras y tambores que se escuchan desde meses anteriores por las prácticas de banda es gratificante.
El pasar frente a una escuela y sentir la adrenalina de todos esos jóvenes que prefieren tomar el sol en una ruta de desfiles patrios y mojarse con la lluvia, que asolearse en la arena y bañarse en la playa, llena de orgullo... y es admirable semejante esfuerzo.