En aquel tiempo un joven se acercó a Jesús. Por sus ojos húmedos y el temblor de sus manos supieron todos que era drogadicto.
- Maestro, te lo suplico, apaga esta sed que me abrasa. Desde hace días me niegan el agua en las posadas y me rehúyen los caminantes. Noto que las fuerzas poco a poco me abandonan, pero no quiero morir. Ayúdame. Tú eres la Medicina Suprema, el Hombre que nos cura.
Jesús, conmovido por aquella fe, sonrió dulcemente. Le preguntó: - ¿Cuántos años tienes? - Diecisiete, Señor.