C uando tenía 12 años, su padre le apostó que no aprobaría todo en junio. Ganó su primera bici. Plantearse metas a partir de apuestas se convirtió en una obsesión: un juego voraz. Apostó con un compañero que seduciría a la chica más inaccesible de la facultad y ganó una cartera. Apostó que se casaría con ella y ganó una pluma de oro.
A los 26 años apostó con su suegro que le daría un nieto guapo e inteligente y ganó un Mercedes Benz. A los 30 apostó con su compañero de bufete que en cinco años sería el abogado mejor pagado y ganó una supercomputadora.





