Cuando estaba en el mundo, nunca una fiesta de Momo llenó tanto la vida de Maximiliano Bancrof, como lo ha hecho Dios, en los 12 años que lleva de servirle.
Su vida no era fácil, pues estaba sumido en un mundo lleno de drogas, alcohol, pandillas y era miembro de Los perros de San Joaquín, pero ahora que está en Cristo, su vida ha dado un giro de 160 grados.
Antes él tenía problemas con todo el mundo y no era feliz cuando salía a carnavalear, pero hoy es una persona nueva que disfruta cada momento con el Señor.