Vecinos, desconocidos y familiares, solían argumentar que los jóvenes de nuestros días, están viviendo una vida acelerada, no hay interés alguno en hacer las cosas, dejando a un lado la falta de responsabilidad y el poco respeto que se vive en cada esquina, hogar, escuela, etc.
Sin duda alguna, escuchar sus quejas era crear en mi un enojo muy grande, por el simple hecho de saber e imaginarme que por uno, pagamos todos. Pero llegó un momento, en donde tuve que tragar profundo, para así aceptar y comprender, que esos críticos tenían la razón al cien por ciento.