Su muerte desencadenó una manifestación masiva de dolor en Polonia. Su beatificación produjo una explosión de orgullo y gozo. Pero días antes de que Juan Pablo II sea declarado santo de la Iglesia católica, muchos de sus compatriotas reciben el acontecimiento casi sin inmutarse.
Un motivo es que Juan Pablo ya es desde hace tiempo un santo en el corazón de los polacos.