Apenas un puñado de brasileñas dejó en casa los sujetadores de sus biquinis y ocupó las playas de Río de Janeiro para exigir la legalización del topless, una iniciativa que ha generado un intenso debate sobre la legislación vigente que considera a esta práctica un atentado al pudor.
La convocatoria para el llamado toplessazo se regó por las redes sociales y llegó a sumar más de 8,000 promesas de participación, sin embargo, solo aparecieron unas pocas mujeres.





