Las personas se asemejan siempre a cajitas de música. Algunas tienen muchos adornos, pero por dentro están vacías.
Otras no tienen adornos, pero por dentro tienen todo un jardín o están llenas de gemas brillantes.
Otras, cuando las abrimos, nos muestran su interior lleno de recovecos y muchas veces nos perdemos entre sus laberintos.
Luego, están aquellas cajitas que son transparentes, que las vemos con solo darles una mirada y sabemos cómo van a actuar siempre.