Perdonen que insista en esto, pero siento que la juventud muchas veces grita y los adultos no sabemos escucharla. Es más, nos hacemos los sordos porque es más fácil eso que hacer frente a sus problemas, y la criticamos porque sentimos que así mantenemos la autoridad sobre ella.
Hace unos días, llegó a mi oficina un talentoso joven quinceañero. Pude ver en él al muchacho soñador, con ganas de ser alguien y labrarse un futuro promisorio.





