Sus pieles cobrizas por el sol hablan de la labor aprendida de sus abuelos. Eran las 7:00 a.m. cuando Miguel Antonio Lasso Coronado, de 69 años, llegó a la playa de La Ensenada junto con sus hijos, para esperar a familiares que se habían embarcado desde la noche anterior.
Un sombrero pintao era la única protección que llevaba don Miguel, quien miraba hacia la playa con la esperanza de ver a su hijo y su sobrino. Dentro del carro estaban dos de sus hijas, quienes esperaban el producto de la pesca para luego comercializarlo.
