Fue una vez un muchacho, el primero en todo, mejor atleta, mejor estudiante, pero lo que nunca supo fue si era un buen hijo, un buen compañero o un buen amigo.
En un día de depresión, el muchacho se dejó morir. Cuando iba camino al cielo se encontró con un ángel quien le preguntó: "¿por qué lo hiciste si sabías que te querían?", a lo que él respondió: "hay veces que vale más una sola palabra de consuelo que todo lo que se sienta... en tanto tiempo nunca escuché: estoy orgulloso de ti... gracias por ser mi amigo... ni siquiera un te quiero".





