El gran equilibrista había tendido una cuerda desde un borde al otro de un acantilado. Él se aprestaba a hacer su demostración y la multitud, situada abajo, esperaba ansiosa.
-¿Creen que puedo cruzar al otro lado caminando por la cuerda?- preguntó el artista.
-&162;Sí! contestó la multitud.
Y allá fue el hombre llegando a la orilla opuesta en medio de los aplausos y el bullicio.
-¿Creen que puedo cruzar al otro lado llevando una carretilla?-
-&162;Sí! se escuchó nuevamente.





