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Entre los 11 y 15 años, se desarrolla una segunda etapa de la adolescencia. Se produce una intensa actividad hormonal.

Desembarca la pubertad y el crecimiento se instala en todo el cuerpo. Comienzan a desarrollarse los órganos sexuales, cambio de la voz, se distinguen los olores corporales, etc.

A nivel cognitivo, los adolescentes en esta etapa, comienzan a desarrollar la capacidad de relativizar y hacer mayor abstracción de su pensamiento. La ironía comienza a tener un valor añadido en los cambios de humor del adolescente.

A nivel cognitivo, se manifiestan pensamientos lógicos y se comienza a desvalorar aquellos pensamientos imaginativos, muy relacionados con la etapa infantil.

En esta etapa, suele desarrollarse la negociación, se involucran más en la toma de decisiones, aunque se mantiene una conducta egocéntrica. Se percibe a los adolescentes como desorganizados; tienden a plantear objetivos, planificar sus actuaciones, aunque muchas veces, se ven desbordados y tienen tendencia a no finalizar sus actividades.

De los 9 a los 11 años, se comienzan a percibir cambios físicos, en el crecimiento de huesos, músculos y órganos.

A nivel general, comienza a tener mayor número de responsabilidades, a sentirse como una persona mayor y le agrada que lo traten como tal. Muchas veces, se observan en los preadolescentes, movimientos torpes, inconexos al caminar, al intentar hacer alguna actividad física o deportiva.

A grandes rasgos, la entrada en la adolescencia, implica todo un desencadenamiento de acontecimientos sociales, que van desde la transición de la subordinación hacia la autonomía personal, cuando llegan a la edad adulta. Es un proceso que no se da en forma unidireccional, por el contrario, presenta muchas vertientes diferentes; es un proceso expansivo, en algunos casos angustiosos y en ocasiones precoz, que hacen que el adolescente adquiera posturas encontradas y en ocasiones de riesgo.

Si usted enfrenta una lucha con sus hijos cada vez que llega la hora de las comidas, no se sienta mal. Es un fenómeno bastante normal que afecta a la mayoría de familias.

Es cierto que le puede frustrar que su hijo se niegue a comer todo lo que usted le pone en el plato, por eso es tan importante que usted se informe y así pueda actuar en ese sentido.

El consumo adecuado de fibra dietética, presente sobre todo en las menestras, granos y cereales integrales, parece estar relacionado a la prevención del cáncer de colon.

Las recomendaciones vigentes señalan un consumo de 25–30 gramos de fibra al día. ¿Cómo lograrlo? Elije pan, arroz y cereales integrales e incluye menestras en tus comidas diariamente.

Practica una actividad física con regularidad y evita la obesidad. La actividad física regular contribuye a mantener un peso adecuado y a evitar la obesidad.

Los componentes protectores de frutas y vegetales parecen actuar en conjunto y por eso, la variedad es la clave. Recuerda incluir siempre vegetales y frutas de colores intensos pues es sinónimo de un alto contenido de antioxidantes. Ejemplos: Tomates, zanahorias, espinacas y arándanos, entre otros.

Para aprovechar al máximo el efecto de los licopenos en el tomate, estos se deben comer cocidos y con algo de aceite, preferiblemente de oliva.

En cuanto a las frutas y vegetales, lo óptimo son cinco porciones diarias. Cada vegetal o fruta tiene una mezcla de componentes protectores.

Nuestro estilo de vida y alimentación juegan un papel importante en el riesgo de aparición de algunas enfermedades, una de las cuales es el cáncer.

Desde hace muchos años diferentes estudios han propuesto que nuestra forma de comer puede tener un efecto determinante en nuestra salud y de hecho, hoy en día se piensa que casi la tercera parte de los diferentes tipos de cáncer pueden estar asociados a la nutrición.

Los hablantes de la comunidad no lo eligen, ni pueden cambiar el signo o reemplazarlo por otro. Se presenta inmutable en relación con la sociedad que lo ha heredado.

Por ejemplo: “Decimos hombre y perro porque antes de nosotros se ha dicho hombre y perro” (Saussure, 1916: 100).

Es un hecho que las lenguas (los signos que las constituyen) cambian con el correr del tiempo.