Un ateo estaba pasando un día tranquilo pescando cuando su bote fue atacado por el monstruo del lago Ness.
Con una fácil sacudida, la bestia lo arrojó a él y a su bote al aire. Cuando el hombre flotaba patas arriba, empezó a gritar:
- ¡Dios mío, sálvame!
De inmediato la escena del feroz ataque quedó paralizada, y estando el ateo suspendido en el aire, una voz estruendosa bajó de las nubes diciendo:
- Pensé que tú no creías en mí.
Y el hombre imploró:





