Era un náufrago que flotaba a la deriva en el mar y rezaba que Dios lo salvara de morir ahogado o comido por los tiburones, cuando en eso una avioneta le avienta una lancha inflable, él se negó a subirse y decía: -No, mi Dios me salvará. Un helicóptero entonces pasó y le bajó unas escaleras para que subiera y aquel dijo: - No, mi Dios me salvará.
Al final, pasó un barco y le lanzó una cuerda para subirlo y él volvió a repetir: -No, Dios me salvará.
Aquel náufrago murió ahogado y llegó al cielo donde San Pedro lo esperaba.