Cada vez que ando en la calle, siempre me llama la atención la forma en que las personas escriben anuncios, vallas, mensajes y hasta las rúbricas de amor que ponen en los buses, paredes y cualquier sitio que sirva de lienzo para expresar algo.
Dentro de las muchas atorrancias, y a veces obscenidades que los estudiantes escriben en el transporte público, entre otras personas, me detuve a leer uno que por un momento pensé que era de alguien que no tenía nada que hacer. Sin embargo, lo vi desde otra perspectiva cuando lo terminé de leer.