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Si hay algo que me molesta es madrugar para llegar temprano a mi trabajo, pero llego tarde. Dios mío, uno trata de respirar profundo y tomar las cosas con calma, pero es imposible, porque además del dolor por la tardanza, está el dolor de bolsillo: sí, el de tener que pagar para sufrir y me refiero al Corredor, tanto el Norte como el Sur.
¡Dios!, es una tortura china entrar a las 5:30 a.m. y llegar la garita de pago a las 6:20 a.m. por la sencilla razón de que solo tienen abiertas dos casetas y el resto cerradas, o sea que las personas que nos levantamos temprano de igual manera tenemos que llegar tarde, porque bueno... solo hay dos dependientes.
No me parece, porque se está pagando por un servicio que le permite al usuario cortar camino y llegar más rápido a su destino y se encuentra con tranques similares al de San Miguelito, a las 6:00 p.m.
Muchos dirán que si me molesta, para qué lo hago, pero el hecho no es ese; esto radica en dar un buen servicio, que cumpla con los objetivos inicialmente requeridos y en estos momentos, está lejos de hacerlo.
Es triste y doloroso madrugar y aún así llegar tarde, no sé si es mejor tomar bicicleta, comprar una moto o qué. Y ¡ojo! no estoy hablando de la cantidad de proyectos que hay en el país, que de una u otra manera generan más tranque, me refiere a circunstancias que se pueden evitar, como el hecho de las casetas vacías, pero que hasta el sol de hoy no comprendo porqué no hace nada para remediarlo.
Hay muchas cosas que duelen en esta vida, pero el hecho de pagar por algo que en vez de beneficiarte te afecta, duele mucho más.
¡Por favor!, tengan consideración con aquellas personas que madrugamos y que deseamos llegar a tiempo a nuestro trabajo y de buen humor. Pónganse en nuestros zapatos.