Hoy es un día violeta, es decir que amenaza con lluvia. De veredas repletas de gente que apenas se mira.
Podría ser azul, como cuando el cielo es un espejo y las caras de las personas parecen flores que se abren contra el viento.
O rojo, cuando todo parece estar a punto de suceder; una risa a punto de estallar, dos manos a punto de estrecharse, un avión a punto de levantar vuelo. Pero no, ni rojo ni azul. El día de hoy es violeta y así son los días violetas.
Por mucho que uno quisiera no podría volverse amarillo. De esos en que los ojos se quedan atrapados en el vidrio de una ventana y los recuerdos son de atrás para adelante y de adelante para atrás. Como si se abriera un álbum de fotografías.
En los días grises es la mirada de uno la que tiene nubes y entonces por cualquier cosa se llora. O se hace puchero. O un nudo en la garganta simplemente porque sí.
Así se desliza la vida. Desde la paleta de un pintor desconocido. El tiempo se derrama gota a gota del pincel.
Por eso hoy es un día violeta y tal vez mañana sea rojo o dorado o transparente. En uno de esos quizás nos encontremos...