A pesar de que sus pulmoncitos no funcionan al 100% y que la angustia de la familia se hacía cada vez mayor al verla en una sala de hospital, mi sobrina de seis años nos dio una cátedra de fortaleza.
Ella estuvo hospitalizada durante una semana. Yo, por mi complicado horario de trabajo, solo pude ir a verla dos veces; sin embargo, escuchar su vocecita vía telefónica diciéndome: "Hola tía", me alegraba el momento por más triste, aburrido o de enojo que tuviera.
La última vez que la pude ir a ver estaba entretenida jugando con su amigo inseparable, el Nintendo DS, una sonrisa se dibujó en su rostro cuando nos vio llegar a mis papás y a mí, pero como niña al fin, en ese momento estaba muy ocupada. Cuando se decidió, nos dedicó su tiempo... Ella tenía ánimos de pintar, de cantar, de fotografiarse y sí, de tomarse su chocolate caliente, pues para su suerte, había una máquina en el hospital. Todo el tiempo estuvo con una enorme sonrisa, aparte de que tenía lo que le gusta: toda la atención y los cariños para ella.
Pasaron los días y el ánimo de mi Arveja, como le digo de cariño, nunca bajó... Ella sabía perfectamente los malestares que tenían sus compañeros de habitación y que debía comerse toda la comida y seguir tomando las medicinas para curarse.
"Hola tía, ya salí", me dijo en la noche del viernes cuando ya estaba en casa. Ella debe seguir algunos controles médicos para poder sanarse por completo, más el extremo cuidado de sus papás y seres queridos.
Sí, mi Arveja estuvo muy malita pero, a pesar de todo, su actitud nos demostró que en ese cuerpecito hay mucho valor y mucha fortaleza para superar las adversidades.
Mi niña, como tú misma dices: Te amo hasta las estrellas, hasta el infinito y más allá...