Los estudiantes están en plenos exámenes bimestrales. Eso me hace meditar en los métodos de estudio, en la pedagogía usada, y en el sistema escolar vigente.
No entiendo cómo la mayoría de los educadores pretende mantener a un adolescente o a un niño sentado durante horas en el salón de clases poniéndole atención a una lección de ciencias, matemáticas, español, historia o geografía, sin utilizar metodologías interactivas que despierten tanto su interés como su cuerpo entumecido.
Aún recuerdo cómo mis maestros me mantenían entretenida, porque yo no era, precisamente, una niñita sumisa y bien portada dentro del salón. Me encantaba que me pusieran a borrar el tablero, que me mandaran a buscar tiza a la dirección, que me pusieran a leer alguna historia de los libros de texto, entre muchas otras actividades que se inventaban para mantenerme ocupada.
Hace unos días, mi hijo menor, para quien el estudio no es muy divertido, estaba emocionado porque participaría en una actividad científica en su colegio. Él y unas compañeras se prepararon con maqueta y todo para participar.
¿Qué lo emocionaba? Que iba a estar fuera del salón, interactuando con docentes y estudiantes, haciendo algo distinto a lo rutinario. Estaba feliz y se levantó con mucho entusiasmo para ir a la escuela. Ni siquiera nosotros los adultos aguantamos ocho horas sentados escuchando a otro hablar. ¿Cómo esperar que lo aguanten los niños y adolescentes? Reconozco la labor titánica de los docentes, pero no estaría de más que se inventaran más actividades interactivas para despertar el interés y el apego al estudio de sus discípulos. &162;Vale la pena!