Escuche a una señora quejarse de sus vecinos bulleros que no la dejan vivir en paz. Hacen fiesta todos los días, y el ruido de la música es tan alto que siento que el techo se me viene encima, le contaba la mujer a otra, mientras se ejercitaban en el parque.
Cuantos panameños viven este mismo calvario que demuestra el nulo respeto que tienen algunas personas hacia quienes lo rodean. Yo soy una, hay días que quiero matar a alguien, pero respiro profundo y cuento hasta diez; eso, hasta que la paciencia se me agote y utilice todos los recursos legales y pruebas que he ido acumulando.
Me decía una amiga que en su casa nadie toma licor, pero todos los fines de semana amanecen en su portal botellas de cerveza, colillas de cigarrillos y todo tipo de basura. Forman sus borracheras, nos tenemos que aguantar la bulla toda la noche y encima de eso nos dejan la basura para que se la recojamos.
Lo increíble es que ella le reclamó a los vecinos para que le bajaran el volumen a la música, y le salieron con cuatro piedras en la mano. Desde ese día, mi amiga que es abogada ha ido acumulando pruebas fílmicas y fotográficas para denunciarlos y detener el abuso de los vecinos ruidosos.