@b_ducreux
El sol estaba ocultándose y los grillos se tomaban la noche en la comunidad de San Francisco, corregimiento de Ancón, donde habitan más de 250 precaristas.
Detrás de las faldas de su madre, un pequeño de seis años anhelaba una golosina, la deseaba más que las yucas salcochadas con culantro que su progenitora sofocaba en el fogón para darles de cenar.
Antes de caer la noche, Luis Damasa, padre del pequeño, comenzó a cortar unas maderas para terminar parte de su asentamiento informal. Recuerda que llegó hace seis años a vivir a ese lugar y desde entonces han luchado por ser legales, situación que aún no han logrado del todo él y sus otros vecinos.
Damasa tenía casi cinco meses sin trabajo, pero sus ahorros sirvieron para tener todos los días un bocado de comida para sus tres hijos y su esposa Isabelina, quien todavía tiene granos en la pierna izquierda por una infección que le dio por las aguas contaminadas del río que utilizan para bañarse y fregar los trastes, pues no tienen agua potable, mucho menos un baño para hacer sus necesidades fisiológicas.
En medio de la pobreza que golpea su puerta, iban saliendo de sus viviendas algunos vecinos, pues la noche para ellos se convierte en tinieblas y debían bañarse en el río, otros lavar su ropa y fregar los trastes que se quedaron sin lavar la noche anterior, los niños, sin saberlo, toman agua del río, pero gracias a Dios no se han enfermado, dijo entre risas una indígena quien desconocía lo grave que sus palabras pudieran llegar a ser.
El más pequeño de los Damasa, de seis años, agarra un machete sin filo, sus padres no temen que pueda sufrir un accidente, dicen que siempre lo hace. La preocupación de su padre es más bien que no podrá entrar a primer grado este año, no hay mucho dinero y se acabaron las matrículas en la escuela de Kuna Nega. El plantel está situado a 20 minutos de esta tierra de precaristas.
Samuel Velarde, de 12 años, tiene manos callosas, con ellas hace los deberes para salir adelante.
Él trabaja en Kuna Nega recolectando latas para luego venderlas y tener un dinero extra y ayudar a sus padres. Tienen tres años de vivir aquí.
Más listo de lo que su edad permitiría imaginarse, sabe que mucha gente verá su trabajo como explotación infantil. Él, en cambio, lo ve como una oportunidad para ayudarlos y poder asistir a la escuela este año, ya que desea salir adelante y poder sacar a su mamá de este lugar, que según él, está en el olvido por las autoridades.
Hace un año, el Ministerio de Vivienda y Ordenamiento Territorial (Miviot) informó que el déficit cuantitativo de vivienda, conocido como la situación en la que el ciudadano carece absolutamente de una vivienda, identifica que un total de 958 de estas casas están condenadas, mientras que 514 están en deterioro parcial.
Grace de Clark, directora de Asentamientos Informales del Miviot, dijo que en el área de Kuna Nega está legalizado un 99%. En San Francisco hay dos sectores, el segundo fue legalizado mientras que en el otro se espera levantar expedientes a las familias que viven allí.