A este debate ni siquiera la religión es ajena. Sobre el tema, el párroco José Brutúa, de la iglesia María Auxiliadora de Pueblo Nuevo, se remitió al Catecismo de la Iglesia Católica, que toca la castidad y la homosexualidad.
El artículo 2357 establece que el origen psíquico de la homosexualidad permanece inexplicado y las Sagradas Escrituras las presenta como depravaciones graves y actos contrarios a la ley natural, pues cierran el acto sexual al don de la vida.
Empero, en su artículo 2358 dice que los homosexuales deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza, y se evitará todo signo de discriminación injusta. En el artículo 2359 especifica que los homosexuales están llamados a la castidad.
Mientras tanto, el sacerdote Brutúa considera que la homosexualidad es contraria a la ley de la vida y, por consiguiente, concuerda con la Iglesia en que deben estar llamados a la castidad.
Mediante virtudes de dominio de sí mismos que eduquen la libertad interior, y mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la oración, pueden y deben acercarse resueltamente a la perfección.