Banderas de colores, aplausos y gritos de miles de personas acompañaron al papa Francisco a lo largo de su primer viaje al municipio sureño italiano de Cassano allo Jonio, el pueblo calabrés en el que la mafia local, la Ndranghetta, asesinó a comienzos de año a un niño de tres años.
La Ndranghetta es la adoración del mal, de la destrucción del bien común. Los mafiosos no están en comunión con Dios, afirmó el pontífice durante su visita de nueve horas a la zona.
A las 07.30 de ayer, Jorge Bergoglio partió en helicóptero desde su basílica en la Ciudad del Vaticano con dirección a Calabria para condenar los crímenes, en una región que se ha visto duramente castigada por los enfrentamientos entre familias de la mafia.
A su llegada, Bergoglio se dirigió primero a la cárcel de Castrovillari, en la provincia de Cosenza, donde saludó y conversó con los policías que custodian la prisión y sus familiares, así como con los 200 presos, tanto hombres como mujeres, que cumplen condena en este centro.
Entre los delincuentes encerrados se encuentra el padre de Nicola Campolongo, Coco como le conocían en el pueblo, el niño asesinado y quemado el pasado 20 de enero por la Ndranghetta.