María Fernanda creyó haberse ganado la lotería con Roberto. Después de todo, no la dejó el tren. Así lo confesó a quienes fueron a su boda. ¿Quién le diría que su media naranja le saldría podrida? Quiero decir, un bueno para nada.
Es que, en el antes y el después del sí la diferencia es del día a la noche. Tarde lo sabría la ilusionada recién casada.
Pero llevaba su cruz callada. Ser sumisa para ella era la mayor demostración de amor a su machote.