La abuela de Giovanna Gassion era prostituta. Regenteaba en París un lupanar.
Giovanna, pequeñita, vivía con su abuela en el burdel. Cierto día la niña enfermó gravemente de los ojos, tanto que acabó por quedar ciega. Llorosas, afligidas, las prostitutas se postraron de rodillas en torno del lecho de la niña y le prometieron a Santa Teresita que irían en procesión a su santuario si la niña sanaba y volvía a ver.